Lo que cuenta ahora es diferente a lo que se cuenta antes,
porque la historia de la bella y la bestia nos lleva hasta la preciada Grecia,
y su historia no es sino la prueba de que al destino nadie se le puede oponer y
quien ose su destino cambiar quizás su vida tenga sea la que tenga que pagar.
Sobre una nube gris un oráculo grito el destino de dos familias:
la salvación de una, la pena de otra. Una descendiente real, una niña hermosa
como ninguna se casaría con una criatura maldita y repudiada por el pueblo. El pánico
los invadió, nadie quería, nadie deseaba mezclarse con aquella estirpe de seres
repugnantes de las orillas del mar, pero por otro lado las criaturas malditas
celebraron el hecho, vieron en esa predicción una esperanza para los que venían.
Ningún noble durante décadas tuvo un hija, hasta que un día la reina de Argos
dio a luz a una niña tan hermosa como no se vio antes, y la oscuridad lleno la
casa real, angustiados por la tragedia, los padres de la criatura se negaron a
darla a conocer, presurosos la dieron a una villa lejana e insignificante. Decidieron
evitar la unión como fuese.
Así fue
como la cándida niña creció al lado de un mercader y sus dos hijas, creció sin
conocer nada de su destino, aunque la familia del mercader bien sabía sobre
este. Pero como se ha dicho nadie puede
huir del destino, por que si el ingenio del ser humano pensaba evadirlo los
dioses venían y conspiraban contra sus hazañas. Así fue pues un día comenzó la
danza trágica del destino. Hefestos mensajero de los dioses griegos bajo un
buen día por orden de Zeus a encaminar la senda de Bella hacia quien seria su
marido: hablo con una de las hermanas de ella, Acacia, y la convenció de
ayudarlo en su tarea, prometiéndole que Bella jamás sufría junto a la bestia
sino que en cambio seria tremendamente feliz. Por otra parte, Afrodita, quien
admiraba y deseaba la belleza de Bella no concebía que una criatura tan
perfecta fuera a unirse con un ser tan repudiable, entonces se alió con
Calliope hermana de Bella para evitar su unión con bestia.
Entonces empezó todo. Una mañana el mercader salió de su
casa rumbo a la ciudad de la playa para conseguir más objetos que vender, se despidió
de las jóvenes con la promesa de traerle algo a sus hijas: Calliope pidió un
vestido y Acacia un collar, Bella tenia el deseo de pedir un cofre, pero Acacia
la convenció de pedir una hermosa perla roja, obedeciendo a su hermana Bella pidió
a su padre tal cosa. El mercader se quedo en la ciudad después de comprar lo
necesario, pero demasiado casando decidió dormir junto a su caballo ahí mismo. Cómplice
de la noche y los vientos, Hefestos hizo viajar al pobre mercader hasta la casa
de las Bestias olvidadas de la playa, y sin que se diera cuenta lo hizo reposar
a la entrada del castillo de estás. A la mañana siguiente el mercader estaba sorprendido
de donde se encontraba, pero preso de la curiosidad decidió entrar al castillo.
Ni bien puso un pie en el castillo, Hefestos
se apareció frente a la Bestia a decirle que había llegado quien tenia a su
novia deseada, le aconsejó Hefestos
hacerlo caer en una trampa: poner en la el jardín trasero de su castillo una
cofre con perlas rojas y que cuando el mercader tomara una de estas, la Bestia podría
acusarlo de ladrón y pedirle a cambio de su vida a la menor de sus hijas. Y así fue el
mercader callo en la trampa del mensajero de los Dioses y la Bestia le reclamó,
pero el mercader se negó rotundamente a darle a Bella. La Bestia furiosa lo
encerró en uno de sus calabozos y le prometió que jamás vería la luz del sol.
En casa Acacia hizo su parte: informo a Bella lo que había pasado
y jugó con su consciencia al culparla de ser quien pidió al mercader traerle
una perla roja. Bella herida y triste corrió hasta el castillo de la Bestia y
entro sin una pizca de miedo, sin saber que allí adentro la esperaba el destino
del que por tanto tiempo había huido. La Bestia la vio e inmediatamente supo
que aquella era la novia que había estado esperando. Sin aparecer aún ante
ella, La Bestia libero al mercader, y padre e hija se abrazaron fuertemente,
pero justo antes de que pudieran salir del castillo y cuando su padre se
hallaba afuera, la puerta se cerro y
dejo a Bella encerrada en aquel lugar. Desconcertada Bella no pudo abrir la
puerta y aunque su padre intento abrirla fue todo en vano, Hefestos llego y se
llevo al mercader de regreso a su hogar. Sin poder escuchar la voz de su padre
Bella desistió de su idea de salir y camino por los pasillos del castillo, así anduvo
por varios días, sola, sin más compañía que el sonido de un arpa, tan dulce y
hermosa que a Bella le bastaba.
Bella encontró al mercader muy enfermo, y se dedico a cuidar
de él, a pesar de que Acacia le insistía que volviera donde La Bestia, ella no
quiso volver junto a él hasta que su padre se encontrará sano. Mientras tanto
Afrodita mando a Calliope hasta el castillo de la Bestia a atormentarlo, cuando
la hermana de Bella se encontró en el castillo y aunque la Bestia le causo
terror, se acercó hacia él diciendo: “vengo por pedido de mi hermana, vengo a
decirte que ella no volverá a este castillo porque ha encontrado a un hombre
fuerte y bello a quien amar y contrajo nupcias con él, ella nunca volverá”. La
Bestia enloqueció de dolor, deseo matar a Calliope, pero no pudo porque las
fuerzas de su cuerpo habían desaparecido, y su alma empezó a morir de a pocos. Bella
no supo nada de esto y continuo en su hogar cuidando de su padre, cuando
Calliope llego le dijo que la Bestia había muerto, y que su cadáver había sido
arrojado al mar. El corazón de Bella se rompió y su alma sufrió como nunca antes,
aunque su padre se curo días después Bella no dejo de sentirse triste, y vagaba
por la casa sin alma. Angustiada por su hermana, Acacia le confesó la verdad de
su destino a Bella y la instigó a ir al castillo de la Bestia, pues aquello que
esta marcado por el oráculo ninguna acción humana puede evitarlo y si era
realmente su destino unirse a La Bestia los dioses encontrarían una manera de juntarles.
Bella subió a su caballo fue hasta el castillo de La bestia,
suplicando a Zeus que le trajera devuelta a su único amor, al llegar al
castillo encontró a la Bestia echada junto a su arpa, corrió hasta él y
envuelta en lágrimas rogo que despertará pero no sucedió. Bella decidió
quedarse en el castillo para siempre, y compadecidos por su tristeza, el padre
de los dioses del Olimpo le permitió a Bella tener un hijo de la Bestia para
que la acompañara y cumplirá este el presagio del oráculo.
Hasta el día de hoy el hijo de Bella espera a la hija de un
noble que se enamoré de ella y cumpla la promesa que el destino les hizo a sus
familias.
Escrito por: Carmen Lucila Gómez Castañeda.
Adriana Nathalí Guzmán Zuñiga
Adriana Nathalí Guzmán Zuñiga
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